Vistas de página en total

viernes, 11 de junio de 2010

Viaje al corazón del Pórtico de la Gloria





Texto: Salvador Rodríguez
La Fundación Barrié de la Maza organiza visitas guiadas a grupos que pueden observar los relieves cara a cara desde una elevada estructura metálica

Nos informan de que la visita va a durar alrededor de tres cuartos de hora e irá precedida de la proyección de un documental. Es miércoles, 10.45 horas, y a las diez personas que hemos acudido nos cabe el honor de figurar entre las pioneras que conforman la serie de visitas guiadas al Pórtico de la Gloria, una iniciativa que corre a cargo de la Fundación Pedro Barrié de la Maza y que va a permitir durante los próximos meses ver de cerca —como casi nunca se ha hecho antes, como lo hicieron primero autores y por último restauradores— las escenas y figuras del que, para muchos especialistas, es el tramo o la parte más interesante del Pórtico y, en cualquiera de los casos, la culminación de toda la magna obra del Maestro Mateo en la catedral compostelana: la Gloria, esto es, el destino final de los justos.
Prevengamos que, sobre la interpretación del Pórtico circulan varias versiones. Desde su construcción hubo unanimidad en su significado como representación de la Gloria, pero a finales del siglo XIX el arqueólogo inglés E. A. Roulin afirmó que se trataba, por contra, de la bajada al Limbo, y poco más tarde, López Ferreiro propuso la representación de las tres iglesias: la Iglesia de los judíos (a la derecha), la Iglesia católica (en el centro) y el infierno (a la izquierda). Para el deán de la catedral, José María Díaz, “aunque hay efectivamente interpretaciones distintas, yo creo que todo es la luz del misterio pascual; el misterio pascual que se proclama en la vigilia de Pascua y que dice: Cristo ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. El arco de la izquierda sería el alfa, los orígenes.

El arco de la derecha sería el omega, o la recapitulación final. Y todo confluyendo a Cristo”. Tras el visionado del documental realizado por Suso Villamil, las guías de la Fundación nos invitan a dirigirnos a la puerta lateral derecha de la cripta de la catedral, un acceso que permanecía cerrado desde hace muchísimos años y que se ha abierto para la ocasión: “Van ustedes a tener la oportunidad de entrar en la catedral por el sitio en que lo hacían los peregrinos en los siglos XI y XII”. Y es que, desde entonces, y debido las posteriores obras en la catedral, el visitante común no había vuelto a poder acceder allí... hasta hoy.
Peldaño a peldaño, subimos por la escalera que desemboca en los andamios colocados para las obras de restauración donde nos proveen de cascos de seguridad: ya tenemos cerca, muy cerca, nuestro destino.
Y una vez pisamos los andamios, la visión primera no es la usual pues, al girar la cabeza, la mirada se nos va al último (o al primero, según se entienda) de los veinticuatro ancianos músicos distribuidos a lo largo de todo el arco central. Aunque han perdido lógicamente su colorido original las facciones de la cara son asombrosamente expresivas, casi vivas... ¿Quién es? Ese es un misterio que no se desvelará jamás pues todos los músicos son anónimos y la escena en sí está inspirada en el Apocalipsis de San Juan, según la teoría de uno de los más destacados especialistas en el Pórtico de la Gloria, Serafín Moralejo Álvarez.


cual todo parece indicar, en la posición previa al inicio de un concierto, afinando sus respectivos instrumentos o charlando unos con otros. La calidad de todas y cada una de las esculturas de los ancianos hace pensar que fueron realizadas por el propio Maestro Mateo quien, en este caso, al contrario de lo que ocurre en otros, no habría delegado en ninguno de sus ayudantes. A este respecto, Manuel Castiñeiras, miembro del Comité Científico del Programa Catedral de Santiago, afirma que “se han llegado a identificar cuatro manos en el Pórtico de la Gloria y se ha querido identificar la mejor mano, que es la de los veinticuatro ancianos y la figura de Santiago sentado en el trono que recibe a los peregrinos, como la mano de Mateo. Digamos que era el escultor mejor dotado. No sabemos si era Mateo, pero al menos era el que más maestría tenía de todo el equipo”.
A medida que avanzamos por el andamio nos situamos progresivamente frente a la imagen que protagoniza el tímpano central: el Cristo sedente (sentado) y coronado, “El que fue, el que es y El que será”, del que, a metro y medio, distinguimos con toda claridad, hasta con rotundidad diríase, no ya sólo los rasgos físicos de su cara, que en este caso resultan muchísimo más hieráticos que los de los músicos, sino, y esto es mucho más impresionante, las llagas de sus pies, de sus manos y de su costado derecho. Siguiendo la tesis de Manuel Castiñeiras, este Cristo no habría sido esculpido por el mismo artista que el que realizó los ancianos y el Apóstol puesto que “al igual que ocurre con el cortejo de ángeles, es un tipo de escultura que, aunque comparte muchos de los caracteres estilísticos de los otros maestros, es mucho más geométrica, mucho menos detallista, muy monumental”.
A ambos lados del Cristo coronado, observamos a los cuatro evangelistas que, salvo el caso de Mateo, están representados con sus animales simbólicos: San Juan (con el águila) y San Lucas (con el toro alado) a la derecha de Jesús, y San Mateo y San Marcos (con el león) a su izquierda. Ubicación inequívocamente también inspirada en el Apocalipsis, según Serafín Moralejo Álvarez con esta escena “se reafirma el carácter de Cristo como Verbo, como palabra de Dios, y en ellos se reconoce la inspiración de la Visión de San Juan”. El hecho de que San Mateo no aparezca con su signo habitual se debe, según algunos estudiosos, a que no sería apropiado que se le viese apoyado sobre un ángel para escribir el Evangelio, así que el Maestro Mateo (o quien fuere que tomó la decisión) lo representó apoyado sobre un cofre que, curiosamente, alude a su antiguo oficio de cobrador de impuestos.
Continuamos situados ante el Cristo, pero ahora nuestra vista repara en otras gentes que comparten la ubicación central pero que figuran un poco más alejadas de él, tanto a su derecha como a su izquierda. Se trata de los ocho ángeles que portan los atributos de la Pasión. La habilitación del andamio permite verlos no sólo de frente sino también desde ambos laterales, tal y como ocurre con los músicos. La presencia de estos ángeles tiene que ver con la liturgia del Viernes Santo y concretamente con el canto de los Improperios, explica Serafín Moralejo: “La columna contra la que Cristo fue azotado y el flagelo, la Cruz —sostenida por dos ángeles de la misma forma en que la mostraban dos diáconos a los fieles a esta ceremonia—, la corona de espinas, los clavos, la lanza que hirió su costado, la sentencia y el cartel que Pilatos hizo poner en la Cruz... Si los emperadores romanos gustaban de acompañarse, en sus triunfos, de las armas con las que habían hecho sufrir a los otros, Cristo se presenta, en su victoria contra la muerte, con las armas que él mismo sufrió en su carne”. “Esta extensa y dramática ostentación que se hace de las reliquias —añade Moralejo— ayuda a comprender la fascinación que en la caballería de la época iba a ejercer la búsqueda de la lanza sangrienta y del vaso misterioso del Cuento del Grial, escrito justamente por esas fechas, las mismas en las que los cristianos perdían la ciudad reliquia de Jerusalén”.
Está a punto de finalizar nuestra visita. En la intersección del arco central, vemos, esta vez a nuestra altura, a los ángeles que trasladan a bebés hacia el centro (la Gloria) y, apiñados sobre ángeles y profetas, nos encontramos con los justos, aquellos que ya se han ganado la Gloria. Gracias a la lectura previa de la guía de Moralejo Álvarez, podemos detectar cómo en el grupo de la derecha parece como si hubiese problemas a la hora de ubicarse, como si no cupiesen todos... da la sensación de que el escultor se esfuerza por hacer móvil la escena. Podría relacionarse este esfuerzo, reflejado no sólo en ésta sino también en otras escenas, como un precedente del cine (imágenes en movimiento) y, desde luego, de lo que no cabe duda es de que todo el Pórtico en sí viene a ser una especie de cómic. Manuel Castiñeiras nos hace ver claro que, en realidad, estamos ante una representación teatral: “Estos grandes portales del Románico —afirma— estaban relacionados con la otra parte escénica que era el drama litúrgico, dramas que se representaban el día de la Navidad”.
Antes de dar por finiquitada la visita, el fotógrafo repara en unas imágenes del arco derecho del Pórtico, y posteriormente nos obsequia con varios primeros planos de escenas que, aunque él todavía no lo sabe, provienen del infierno (en su concepción medieval).

Tomado de: http://www.laopinioncoruna.es/estaticos/domingo/20090412/domingo.html